Duendes diurnos y nocturnos de la ciudad,
amigos eternos de cartones abandonados,
buscadores de cobijo, calor,
en cajeros de gigantes usureros,
en bancos barnizados en parques inquietos.
en noches de frio, soledad y tristeza..
La amargura alcoholizada
delata a ese caballero errante,
de pobreza gigante, de miserias compartidas,
que con vino y cerveza huye despavorido
de la realidad de la vida,
de espectadores en sesiones gratuitas,
hacía sus guaridas de papel-cartón
Aparecen las noches oscuras, desiertas
vigilantes ellos, en vilo, de calles, de ruidos,
de sombras inesperadas, de demonios
perturbados, sin conciencia,
nunca se sabe….. noches de ruletas rusas,
apostando el destino sin licencia.
Aparece de repente el miedo,
esa presencia nocturna e inoportuna,
apoderándose sin permiso del alma,
le recuerda la hambruna, la desidia,
le roba el valor y la sinrazón,
le recuerda esa su única condición
de desheredado, repudiado.
Expectantes, ante visititas inesperadas,
de malditos verdugos nocturnos,
vigilando las iras de esos cretinos que te queman,
te incineran vivos, sin motivo ni razón.
Aparecen de repente, carroñeros sonrientes
le roban la única vida, la huérfana dignidad,
se ríen irreverentes de esos duendes de ciudad
y huyen dejando las huellas de la crueldad,
los vejan, queman, maltratan sin piedad,
sin saber que mañana los verdugos nocturnos,
se convierten sin querer, en duendes de esa ciudad.
Un fina línea los separa, de esa realidad,
hoy verdugo carroñero, mañana….duende de la ciudad.
Autora : Angeles Rosique Labarta