Cuando recuerdo mi infancia en los Monegros

Durante el trayecto miraba fijamente por la ventanilla, me encantaba observar la diferencia de paisaje desde la salida de Barcelona hasta el pueblo. Cuando salía de Barcelona la contaminación era bárbara, veías una capa gris apoderándose de un cielo, unos días claro y otros nublado, hasta sentías un olor especial, de fabricas, vertederos y combustible de los cientos de miles de coches que cada día recorrían aquellas carreteras para ir al trabajo.

Cuando llegamos a Lérida, el frió era aterrador, estábamos a unos dos grados y las manos se nos enrojecían y dolían del frió que hacía. Entramos en un café mientras esperábamos la hora y media que había de tiempo entre un autocar y el próximo que teníamos que coger. Era otra ciudad, mucho más pequeña pero otra ciudad. Yo detestaba cada día más la ciudad, me acordaba de pequeña que estaba muchas temporadas con mi tía Pilar, la hermana de mi padre en un pueblo de Tarragona en Villalba de los Arcos, allí disfrutaba como una enana, jugaba en la calle, corría por la plaza y disfrutaba de todas esas cosas que en un ciudad son imposibles, ni tan siquiera teníamos un pequeño parque para bajar a jugar. Siempre estábamos metidos o en el colegio o en casa,  entonces mi madre se tenía que volver loca, éramos siete hermanos y solo nos llevábamos un año entre nosotros.

Nuestras primeras vacaciones fuera de la ciudad de Barcelona fueron en La Almolda. El topónimo de La Almolda, es de origen árabe “bereber”. L’Almolda, (Almourada), es “tierra a la que le dan riego”. Tierra de Los Monegros.

La palabra Monegros, según la leyenda su nombre viene de “Monte Negro”, por la gran extensión de pino y sabinas que había en aquella época, un animal podía cruzar la Península Ibérica sin tocar suelo. Ahora es todo lo contrario, prácticamente han desaparecido, las sabinas y los pinos se cuentan en grupitos reducidos que parecen pequeñas manchas en el centro de un desierto que cada vez más está dejando un paisaje desolador. Aunque único en Europa, por ser una región que conserva rasgos de las estepas áridas de la era Terciaria, con especies cuyas poblaciones homólogas sólo se encuentran en las estepas norteafricanas y centroasiáticas. 

En La Almolda, fue donde pasé los mejores años de mi niñez y mi adolescencia, desde los siete años fue la primera vez que fuimos. Me acuerdo de la primera vez que llegamos al pueblo. Habíamos estado viajando todo el día, porque ahora en coche se llega en dos horas, pero en el año 1971, había que coger un autocar en la plaza Universidad que nos llevaba a Lérida. Cuando llegábamos a Lérida sobre las 5 de la tarde teníamos que esperar media hora y coger otro que nos llevaría a Bujaraloz. En Bujaraloz a las seis de la tarde nos subíamos a otro que ya por fin nos dejaba en La Almolda. El día que por primera vez llegamos, me acuerdo que bajamos del autocar y salíamos disparados y corriendo por la calle preguntando dónde estaba la casa de los tíos. En los primeros años estuvimos en la casa de mis tíos-abuelos, porque eran tíos de mi madre. Ellos eran los hermanos de mi abuelo Ángel. Vivian en la calle San Juan nº 2, una casa que parecía una mansión. Entrabas por una puerta grande de robusta madera a un patio impresionante, el suelo era de piedra brillante que mi tía-abuela Águeda, cada mañana a las siete, pulía de rodillas con un trapo. Yo como era muy pequeña un día que la vi, le dije:

-Tía ¿Por qué no friegas el suelo con fregona?- ella me contesto que lo mejor para aquella piedra era pasarle un trapo, así salía su brillo natural. Mis tíos-abuelos eran hermanos, habían vivido siempre juntos porque los dos eran solteros. Cuando murió mi tío Pablo, mi tía no tardo en acompañarlo, la encontraron en el patio de la casa, se había querido ir, la pena de estar sola no pudo con ella.

Aquella casa era impresionante, grande y majestuosa. En la época que mi madre vivió de pequeña, aquella era una de las mejores casas del pueblo. Mis antepasados tenían ganado, tierras, una tienda en la casa, tenían también mulos, vacas, conejos y gallinas. Siempre había oído que en aquella casa se había comido como en la de los marqueses, nunca faltó de nada.

En la planta baja y siguiendo el patio a mano derecha estaba lo que fue la tienda, cuando entrabas daba la sensación de trasladarte a otra época, había un mostrador de madera, los cajones que había detrás del mostrador eran de madera y cristal y tenían una especie de concha de latón para abrirlos. Allí ponían las legumbres, el azúcar, y los productos que vendían. Y al final de ella había un cuartito pequeño que debía ser donde se pasaba el tiempo cuando no tenían clientes, o simplemente para descansar.

Siguiendo el patio a mano derecha había una alcoba, allí dormía mi tía. Más adelante otra habitación que tenía muebles de comedor y una alcoba donde mi tía tenía una cama grande de matrimonio. En frente del comedor, que así lo llamábamos por sus muebles había la cocina, la recocina, y la masederia. La masederia era un cuarto pequeño, donde se guardaba la comida, y utensilios para preparar las comidas o los postres. También tenía una pesa antigua, y mi tía en vez de utilizar las pesas, utilizaba moneda de cobre del año 1880, que cada año iba menguando, ya que para nosotros aquellas monedas eran un tesoro antiguo, y no podíamos entender como las utilizaba para pesar harina, azúcar otros productos. Estaban todas ennegrecidas, pero las limpiábamos y nos las llevábamos.

Mi tía tenía gallinas y conejos, además de una paciencia de Santa, para no haber tenido hijos, se comporto siempre como una madre con nosotros, o como una abuela. Nosotros sin embargo, le hicimos las más divertidas y crueles chiquilladas. En el pueblo hicimos casi todos nuestros mejores amigos, y que han durado toda la vida. Ha sido como nuestro segundo hogar.

Al llegar al pueblo teníamos que subir la calle San Antonio para llegar a casa de mi tía Águeda. Mi tía era soltera, me contaron una vez que se había enamorado de un hombre, pero lo mataron en la guerra, jamás se volvió a enamorar. Mi tía se alegraba mucho de vernos, nos quería mucho y también nos regañaba,  imaginar  a siete niños en una casa que durante el resto del año solo estaba habitada por dos personas, y de repente aparecen siete chiquillos, pequeños, traviesos y con ganas de todo era como una tormenta en medio de la calma del océano. Mi tía encendía la estufa de leña y aparte tenía un brasero que ponía debajo de las faldas de la mesa de la cocina, a mi me daba bastante miedo, creía que algún día íbamos a meter nuestros pies y nos íbamos a quemar, pero eso, jamás pasó.

La casa era como un palacio, tenía tres plantas, entrabas a un gran patio, con el suelo de piedra pulida, que mi tía cada día de rodillas pasaba un paño para que luciera el brillo, en la planta baja había la cocina con su masedería como le llaman, era una habitación pequeña en la que se guardaba la comida, el vino, el aceite y  utensilios para cocinar. Yo me iba a un cuartito pequeño que tenían dentro de un lugar que en su época fue tienda, vendían toda clase de legumbres, azúcar, y  otros alimentos, allí me quedaba mirando por la ventana que se iba apoderando de la escarcha, hacía mucho frió, el ambiente era gélido, de puro invierno, una pequeña niebla paseaba por las calles, anunciándote que había llegado el invierno, un invierno largo y frió, algunos años caían esos pequeños copos de nieve que tanta ilusión nos hacía ver y tocar.

Recuerdo los paseos en bicicleta, me alejaba del pueblo por unos caminos polvorientos, secos y sin apenas vegetación, a un lugar alejado hasta solo poder distinguir la sombra de la Ermita de Santa Quiteria. Llegaba a las balsas, y allí me quedaba durante mi descanso, observaba ese precioso territorio, para mí era bonito, escuchar tan solo el silencio, a veces interrumpido por el sonido de algún conejo, o liebre que corría asustada al sentir la presencia humana.

Solo aquellos que hemos disfrutado de eso paisajes, de esas vistas, áridas pero al mismo tiempo inquietantes, sabemos apreciar que no solo es bello aquello que es verde, que tiene grandes lagos, grandes mares, o montañas de miles de metros. A veces, eso que a algunos les parece tan solo una tierra árida, seca, aburrida, para otros puede ser el lugar más maravilloso. Lo Monegros para mi es esa tierra que deja huella, ese lugar silencioso, apacible, quizás sediento de agua, pero rico en paisajes extremos.

A la vuelta de las vacaciones, observaba por la ventanilla del autocar, con ojos húmedos y mente nostálgica, con congoja en el corazón de pensar que tenían que pasar algunos meses para volver a estar allí.

Una vez dedique un poema a esa tierra a la que tanto quiero:

MONEGROS (09/06/2008)

Campos dorados en primavera,

me recuerdan que fui la primera,

en descubrir esa ternura,

 esas gentes de pueblo valiente,

mi pueblo, mi tierra, mi anhelo.

Tierra de pastores, tierra de campos,

de secano, áridos bancales,

soledades en la lejanía, añoranza en sus rostros,

en ese pequeño pueblo, este lugar de Monegros.

Gentes, generosas, gentes áridas y cálidas,

como es el desierto en su interior,

no pierden ese espíritu, esa generación

que no se olvida, de guardar su tierra,

su mundo, su lengua, su vivencia, para mostrarnos

que el desierto, es su vida, su sustento.

Esos días de calor sofocante, observo desde lo alto de la Ermita de Santa Quiteria ese paisaje inmenso, dónde a vista se pierde a los largo de los campos, en días claros puedes ver todos los pueblos de alrededor, las carreteras, la autopista, el AVE, pero sobre todo es el encanto de ver una llanura que no acaba nunca, respirar ese aire puro desde lo alto de la sierra, y escuchar tan solo la suave brisa del aire, algún que otro pajarito, y sobre todo en días tranquilos, el sonido del silencio, de la paz, de estar en el paraíso.

Sentir a veces, el olor, las sensaciones, que un día sentí y se quedaron grabadas en la memoria. Recuerdo tantas cosas, pequeñas anécdotas, olores, y entonces te das cuenta que la vida pasa tan deprisa, que solo te queda eso, los recuerdos. Recuerdos de “Los Monegros”.

Una nueva Navidad de 2012

Una nueva Navidad en 2012

Cada año viene la Navidad, un gran eco en toda la sociedad, luces, tiendas, publicidad televisiva, regalos, alegría inventada, empatía forzada en las mayoría de las familias….

 

Llega en estas fechas a todas las casas, aunque en muchas casas no llegan, no encuentra el camino, muchas casas  se quedan sin llegar a sentir eso que todos esperan en esas fechas. Sabemos por qué, y nos parece ajeno, lejano, pero es así de triste. Nos damos cuenta los que tenemos un poco de conocimiento y vemos que en estas fechas hay muchas personas que no tienen ni para comer, o están en el límite de la pobreza, de la desilusión, de la depresión por muchos motivos de esta vida tan rara.

Yo desde hace años, no tengo las misma ilusión que cuando era pequeña y se celebraba en familia, con mis padres y hermanos, eso sí que eran las Navidades….Ahora, solo pido cosas que no se ven, no se pueden tocar, no se compran.

 

Yo pido en las Navidades deseos, pido sueños, pido amistad, amor, comprensión, alguna sorpresa de esas que nunca te esperas, esperanza, sentido común, bondad, humildad, amistad, cariño, ternura, besos y abrazos de esas personas que no veo durante el año……todas estas cosas no las encontramos en ninguna tienda, en ningún gran almacén….solo las encontramos en las personas….en las personas de verdad.

Y eso es lo que más deseo en este mundo, seguir viviendo la Navidad cada día, porque realmente esas cosas que pido, me las regala la vida día a día…cuando me levanto cada día y doy las gracias por estar, por vivir, por respirar, por ver….

Mi felicitación  para estas Navidades la escribo cada noche, sentada en mi habitación de color azul, pequeña, pero confortable, no me falta de nada y me siento privilegiada de poder vivir como vivo en estos momentos….no me sobra nada, y quizás me falten cosas..

 

Pero tengo lo más preciado que alguien pueda desear…. “Tengo un hijo, una familia,  amigos, pocos, pero verdaderos amigos, tengo un trabajo, un sitio donde llegar cada día y poder dormir, tengo un cuerpo, un alma, unos ojos para ver, para ver más allá de lo que vemos, porque teniendo ojos, a veces no vemos nada, parecemos ciegos…, tengo un sentimientos profundos por algunas personas, una forma de amar, de sentir, tengo una sonrisa casi siempre en mi boca, unas ganas de vivir intensamente, unas manos para tocar, para sentir, tengo un corazón que se exalta por muchas cosas buenas que quiero vivir este año, y por otras que son horrorosas y están sucediendo en este mundo que vivimos”

Yo este año, cada mes, cada semana, cada día, escribiré una carta por la noche cuando me vaya a dormir. Les pediré que cada día sea mejor que el anterior, que cada día sea una buena persona, que nunca me dejen sin paciencia, sin empatía, sin amor por las personas más necesitadas, sin amigos, sin familia, que cada día sepa amar un poco más, que nunca pierda la paciencia, los nervios, que nunca traspase esa línea peligrosa que tenemos siempre rozándonos, que nunca me falte comprensión, y que cada día sepa dar las gracias por todo lo que tengo, e intente ser feliz siempre que pueda mirando hacia delante….siempre yendo delante del destino, nunca detrás intentando forzarlo.

Está es mi carta de Navidad mi felicitación……¿qué os parece?…creo que es la mejor idea que he escrito en mi vida…las mejores peticiones que les hago..porque yo creo, que está carta resume un poco quien soy, y lo que deseo más en este mundo en estos momentos de mi vida.

Espero que os llegara a tiempo a todos….

Feliz Navidad!!!

LA SOÑADORA

Este relato fue leído en el dial 106.9, Radio Kanal Barcelona, un relato en el programa Breus emitido el pasado día 3 de noviembre de 2007 con el titulo de “La soñadora”.

En aquel lamentable estado que me encontraba aquella mañana del mes de diciembre, no sabía donde estaba, que había hecho, había perdido por completo la noción del tiempo. La noche anterior había sido una noche que pasara a la historia. La paciencia había llegado a colmar el vaso y no pude más. El demonio que llevaba dentro había estallado, sin ningún sentido había hecho algo que no me lo perdonaría jamás. Solo recuerdo que salí de casa, enfadada, nerviosa, con odio en todo mi cuerpo, me había hecho sacar lo peor que llevaba dentro. Vivía en un estado de ansiedad diaria, todo lo controlaba, no dejaba de ocupar todo mi espacio vital, y ya no pude más, tenía que hacer un cambio radical, un cambió que seguramente me arrepentiría, pero había llegado a tal punto la incomodidad que sentía mi ser al lado de esa persona que prefería migrar de aquel lugar fractal que no dejaba de ahogarme. Aquella noche me dirigí a un tugurio que había en el barrio del  Acueducto, no había estado desde hacía por lo menos seis años, allí pase grandes veladas con personas que me escuchaban, me hacían reír, personas normales, que viven y dejan vivir. Desde que me uní a ese “monstruo”, todo había cambiado, no podía salir, ver a mis amigos, tener una relación con otras personas que no fueran él y su mundo. Allí encontré a un amigo que hacía doce años que no lo veía, me recordó los tiempos y momentos que pasamos juntos. Bebimos y bebimos hasta el amanecer, no se que paso, ni que no paso, pero aquella noche olvide toda la triste vida que llevaba, gracias a ese gran amigo viví otra vez los mejores momentos de mi corta juventud, pero en un momento dado perdí el conocimiento, estaba totalmente borracha, y no sé ni como llegue a mi casa. Cuando abrí la puerta, él se había marchado, una nota decía:

“No quiero traspasar la barrera de lo incoherente, de la barbaridad y por ese motivo creo que es mejor que me marché, la felicidad nos ha sido arrebatada, y estoy arto, cansado, desilusionado de todo. No me conoces, ni has querido conocerme, quizá el equivocado sea yo, quizás si, pero no quiero hacerte daño. Adiós soñadora.”

Aquellas palabras aún me encendieron más, ahora resultaba que la victima era él. Me di un baño y me acosté, durante más de diez horas no supe en realidad que había sucedido, pero al despertarme supe que había sucedido…había soñado.

Hoy me siento feliz!!!!

Parece una extraña y singular palabra, no utilizada ni sentida como tal, en la mayoría de veces y por la mayoría de las  personas, pero a veces esa palabra existe, la sentimos, y entonces pensamos que realmente hay cosas en la vida que vale la pena disfrutarlas. se nos hace un nudo en el estomago y sentimos en la piel experiencias nuevas, es como cuando te enamoras de alguien locamente….

«Hoy hay una persona que me está haciendo más feliz que ayer y menos que mañana»

Esa es mi frase para hoy, porque me siento feliz, voy a cambiar de aires, de piso, de barrio, de muchas cosas y aunque hay una parte de mi que se deja mucho, dónde he estado casi 3 años, que añoraré …y mucho, hay otra parte de mi que está feliz por cambiar, por muchas razones.

Todo el mundo nos merecemos un poco de paz, felicidad y eso es lo que estoy intentando lograr después de mucho tiempo. No es que haya sido infeliz, pero no ha sido como me esperaba o creía que podía ser. He descubierto muchas cosas, he conocido a muchas personas, he escrito guiada e inspirada por ese trozo de barrio, por esas personas que viven en el mismo, he vivido experiencias buenas y no tan buenas, he sido feliz y he estado triste en muchas ocasiones. No quiero acordarme de lo negativo porque no vale la pena acordarse, en mi corazón solo se han quedado las personas, las cosas, los momentos, los animales, el parque. Todo eso que me ha hecho en muchos momentos sentirme feliz.

Espero que esta nueva etapa, o estación de tren como escribo en muchos de mis relatos sea un poco mejor en todos los sentidos que la anterior estación, solo deseo ser buena persona, ser buena amiga de mis amigos, disfrutar de la vida en todos los sentidos, y sobre todo empezar a quererme, a saber y creerme que valgo mucho y que soy una gran persona. Porque como dicen «si no te quieres tú, no puedes querer a nadie».

Y esta es mi declaración de intenciones para estos próximos años……no sé cuantos, espero que sean muchos, y que me dejen vivir, sentir, gozar de esas cosas sencillas de la vida, que para mí son lo más grande.

PENSAMIENTOS SOBRE CAMINOS DE ACERO

Algunos de mis escritos son pensamientos, sensaciones en un momento dado, experiencias y busquedas de algo que a veces no encuentras, y en otras ocasiones aparecen sin llamarlas. Estos son algunos de ellos.

Recorro sigilosa el centro de la noche, hasta que despunta el faro luminoso y los sueños se funden en ese inmenso mundo de aguas saladas para sobrevivirme. Deseos cruzados y extendidos en el universo, ese que aparece y desaparece cada minuto. Deseos entrelazados y no encontrados, buscados desesperadamente para lograr un poco de ilusión mortal, deseos ¿que son los deseos?….para mi ilusiones esperanzadas de algo a veces inalcanzable…. Pienso día tras día, siento en mi interior una duda interminable, intento poder creer, poder tener fe, en todo aquello que parece sencillo, fácil, normal y que por mucho que quieras cambiar, no cambia. Dónde está todo ese sentido del valor, de lo humano….creo que se perdió hace mucho tiempo, se olvido de todo aquello que es la raíz de las personas, del respeto, la amistad…pienso y pienso y no encuentro respuesta… Recorro silenciosa caminos áridos, olvidados, secos, sin un ápice de ternura, de sensibilidad. Existen esos que te arrastran para despellejarte los sentidos, robarte la coherencia y dejarte olvidado detrás de una duna de arena cristalina que te corta el corazón. Asesinan el alma, para vengarse de sí mismos, pagar sus deudas con la complicidad de los demás, atentos a cualquier movimiento para salir de esa su guarida enferma, oscura, degenerada y saltar al cuello de esos cisnes que llegaron para alegrar la vista de tal paisaje tan lúgubre. Al final, vuelvo a mi lugar por calles desiertas, famélicas, enfermas de alma, enfermas de sentido, enfermas de valor. Recorro ese parque decepcionado que intenta huir sin poder hacerlo de esa pobre muchedumbre que no sabe que la vida es algo más…

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Lingüista, filólogo, catedrático, escritor y corrector textual..

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